} Cosas del amor: EL ÚLTIMO DESEO DE NAVIDAD.

viernes, 28 de septiembre de 2012

EL ÚLTIMO DESEO DE NAVIDAD.


   Desde la oscura soledad de mis días, me animo a dictar estas palabras que no son mas que letras del alma que llevo conmigo y hoy deseo compartir.
   Arrastro sobre mis hombros casi ochenta y siete navidades y son, uno a uno, ochenta y siete recuerdos distintos y hermosos que riegan mi cerebro de sangre fresca.
   En un tiempo que ya suena lejano, la mesa era gigante, casi eterna. Cuarenta personas nos sentábamos en el patio de la vieja a esperar las doce para abrazarnos y ratificar el amor que nos unía. Con esfuerzo casi abismal, recordare para siempre el aroma a tierra mojada que se desprendía cada 24 por la tarde, cuando Ana Laura, mi esposa, regaba el patio para luego preparar la mesa. Nuestro patio, el patio de la casa de mi vieja, donde nosotros también vivíamos, fue la mas maravillosa de todas las pistas de baile que alguna vez recorrí airoso del brazo de la rubia mas bella de toda Lanús.
   La vida en ese entonces corría hermosa y nos sentíamos plenos. Nunca pudimos tener hijos, es cierto, pero igual eramos felices. Con solo mirarnos eramos felices. Es que, precisamente, un día antes del 24 de diciembre de 1940, en el baile de la clase, nos vimos por primera vez y no nos separamos.
   Los años se escaparon tan rápido que, en suspiros, la mesa del patio se iba achicando. Las sillas quedaban vacías y , quizás por eso, con los años dejaron de existir. El gigante mantel blanco también resulto inútil, tan innecesario como la cantidad de platos que, ya sin uso, uno tras otro fueron desapareciendo.
   La vida también se fue llevando uno a uno a todos nuestros invitados. De todos modos, con Ana Laura seguíamos festejando cada navidad como el primer día, cuando gustosa acepto bailar una milonga que retumbara en mis oídos hasta el mismo instante del final.
   Parece mentira; parece que fuera ayer, pero solo me quedan recuerdo. Hoy la vida me sorprende con una realidad distinta. En marzo del año pasado, Ana  Laura partió para siempre. La muerte me la quito de un soplido y sin poner siquiera las manos, le dije adiós para toda la vida. Vendí la casa meses después hoy estoy en un lugar donde encierran viejos, al que acudí con mis trapos bajo el brazo en busca de mas navidades.
   En este instante hermoso y eterno en el que cierro mis ojos para recordarla, siento la necesidad de pedirle a Dios un deseo,si es que algo aun me queda por cumplir. El 24, bien temprano me alistare como pueda, usare el mejor traje, me peinare prolijo y lustrare los zapatos como cuando era un niño.Seguro que ella, la gran compañera de mi vida, el amor de mi infancia, la amante de mis sueños, el amor de mi existencia, vendrá a buscarme. No querrá pasar la navidad sola. Se aferrara mi brazo y con un beso en la mejilla me invitara a bailar la milonga mas hermosa que nadie antes escucho.
   Esta vez Ana Laura, te juro, SERA PARA SIEMPRE.

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